sábado, 19 de abril de 2008

El Papa cumple 81 años. Benedicto XVI (Joseph Ratzinger)

Cuando era niño, pudo tocar el drama de un pueblo sometido a la ideología atea y racista de Adolf Hitler, uno de los más trágicos representantes de la “cultura de la muerte”.

Desde joven, en medio del profundo avance del mal que invadía Alemania y otros países, pudo percibir el Amor de Jesucristo. Sintió que Dios le llamaba, acogió una invitación superior a servir a sus hermanos en la Iglesia. Dijo que sí, fue aceptado en un seminario. En 1951, con 24 años, recibió la ordenación sacerdotal, mientras su Patria salía poco a poco de sus ruinas, y en Europa millones de seres humanos vivían sometidos a dictaduras despiadadas.
Ratzinger inició pronto una intensa vida de estudios. Llegó a ser profesor, trabajó en el Concilio Vaticano II como experto, dio conferencias, escribió libros.

En 1977, casi por sorpresa, el Papa Pablo VI lo invitó a dar un nuevo paso: ser obispo de Munich, y luego cardenal. Los libros y las clases quedaron en suspenso: el sacerdote profesor se convertía en pastor de un gran número de hermanos.

Cuando el alma está disponible, Dios no deja de pedir nuevos senderos. En 1981, Juan Pablo II quiso que el cardenal Ratzinger viniese a Roma, ayudase al Papa en un puesto difícil y hermoso: la Congregación para la doctrina de la fe. El cardenal dijo nuevamente “sí”. El sí dado al Papa era continuación de un sí más profundo e íntimo a Jesucristo.

El tiempo pasó lento, en años y años de decisiones a veces sufridas, con casos difíciles. El cardenal Ratzinger, amado por muchos, criticado por otros, esperaba la llegada de la paz, soñaba con un retiro sereno para volver a las conferencias y a los libros.

Dios, nuevamente, intervino. “Otro te ceñirá y te llevará donde no quieras”. El 19 de abril de 2005 el cónclave había escogido como Papa a Joseph Ratzinger...

Este 16 de abril será, ciertamente, un cumpleaños intenso, ahora en su visita a Estados Unidos. El Papa sentirá, en sus espaldas, el peso del tiempo y la Mano de quien le dijo “sígueme” hace muchos, muchos años, en una Alemania herida por una ideología despiadada, que necesitaba entonces, como ahora y siempre, un poco de amor y de consuelo.

El Papa cumple 81 años. Los católicos elevamos por él una oración sentida, cordial, fraterna. Cristo, desde el cielo, no deja de guiar sus pasos y de iluminar su palabra. Algún día el Maestro dirá a su servidor: “entra en el gozo de tu Señor”. Mientras ese día llegue, un anciano Papa, de ojos vivos, seguirá con las manos sobre el timón, como Pedro, y echará las redes en el inquieto océano humano.

El milagro de la pesca lo realizará, nuevamente, Cristo. Muchos corazones descubrirán, gracias a la ayuda del Papa, que la vida tiene un sentido, que el Amor es la vocación más bella de la vida humana, que un Padre nos tiene preparados un hogar, para siempre, en los cielos.


¡Muchas felicidades, Santo Padre!

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